Hacia un antidecálogo del periodista deportivo (o de quien pretenda serlo)
En el día del periodista, hay muy poco que celebrar en realidad.
1. El fútbol es un deporte, no un show
¿Que cuál es la diferencia? Ninguna, si cada quien hiciera lo que le corresponde; toda, cuando esto no sucede. Nuestros resultados deportivos son paupérrimos, vergonzosos; las denuncias hacia dirigentes corruptos abundan, ya ni generan indignación; pero el máximo anhelo de los hinchas parece ser salir en la previa. ¿En qué momento el periodista deportivo se convirtió en un showman? Y no nos referimos exclusivamente al trabajo reporteril antes de los partidos. Los set de televisión, las narraciones televisivas, las columnas de opinión: en todo parece primar el sentido del entretenimiento. No importa si perdemos, si nos roban, si las tribunas y las calles se desangran: la función tiene que continuar. Este periodismo nuestro ya no analiza, no investiga, a veces ni siquiera informa. Y claro, tus críticas no van a salir.
2. Y luego de ser deporte, es historia, es sociedad, es cultura
Lo que somos como nación se expresa perfectamente en lo que hacemos, y sobre todo en lo que no hacemos, en una cancha de fútbol. No pretendemos que un partido de fútbol nos haga entender por qué perdimos la guerra o en qué momento se jodió el Perú, pero sí buscar que esa manifestación deportiva y social trascienda el mero negocio. Historia no es celebrar anualmente la clasificación del 70 ni poner los videos del recuerdo para promocionar un partido definitorio. No. Historia, creemos, es entender que los males del fútbol no surgieron ahora, sino que responden a una dinámica cíclica, y que solo conociéndola podremos mejorar. Hay toda una estructura que no funciona, y una perspectiva histórica puede ayudar a entenderlo. Un pueblo que no conoce su pasado está condenado a repetirlo. Y nosotros ya vamos varias repeticiones.
3. Las estadísticas no mienten (pero engañan)
Efectivamente, los números no juegan pero importan. No influyen, pero motivan. Los números plantean realidades que pueden y deben ser cambiadas. Y nadie juega pensando en los números. Las estadísticas son exactas, no mienten, pero tal parece que son usadas para que nuestra atención no se percate del pésimo fútbol que tenemos. Haga rápidamente este test: piense en la cantidad de goles que el número 9 anotó en los últimos 20 minutos; la cantidad de partidos que no marca un gol de pelota parada en el arco Norte de un estadio donde juegue de visitante; los años que no le gana el equipo A al equipo B sin contar que en todos ellos estuvo en Segunda División.
4. Nadie puede ver el futuro. De verdad. Nadie.
Si insistes en hacerlo, dedícate a escribir la sección de los horóscopos. Qué terrible comprobar que el ego de los periodistas deportivos se mide a partir de los resultados acertados. “Perú clasifica: lo firmo”, “lo digo con tres meses de anticipación, la final es entre fulano y mengano”; “este técnico no dura ni tres meses, acuérdense de mí”, y siguen firmas. La profesión se forjó a partir de profesionales curiosos y acuciosos en busca de primicias, de investigaciones que destapen una realidad incómoda, oculta convenientemente. Es entendible que en tiempos de los comunicados de prensa se hayan acabado las primicias, pero ¿por qué reemplazarlas por pronósticos hechos en base a la intuición, y muchas veces a meras corazonadas? No queremos que lo firmes, queremos que investigues. No sirve que lo hayas dicho antes, lo que realmente sirve es saber las causas y consecuencias de los hechos. Eres periodista, no cosmobiólogo.
5. Los trascendidos no trascienden
Los verbos en modo potencial son una cobardía. Ofenden a una profesión que se forjó en base a valores como la verdad, el contraste de fuentes, la duda, y a partir de ese proceso extenso, la publicación de una noticia. Ergo, titulares donde aquel jugador “estaría” en tratos con aquel equipo; noticias que abren la sección deportiva afirmando que ese entrenador “vendría” a tal equipo; y todas las columnas de chismes deportivos, sin excepción, todas ellas, decíamos, son una ofensa a la profesión. La verdad, cuando se ha obtenido trabajando y no en base a un chisme, siempre trasciende, sin necesidad de que le aumenten el mote deshonroso de “trascendido”.
6. No dejes el recado
Así como hay futbolistas parrilleros, hay que reconocer que hay periodistas deportivos candeleros. Solo quien ha jugado al fútbol sabe de las mil revoluciones que giran cuando uno está en la cancha. Buscar una declaración en caliente, justo en ese momento, es, cuando menos, imprudente. Y peor es ver a los colegas reporteros en el triste papel de mensajeros. “Jugador fulano, ¿qué opinas de lo que dijo el jugador mengano?”. muestra de tantas peleas generadas por el nada acucioso trabajo periodístico.
7. Ser hincha no es malo
Lo realmente antiético es pretender objetividad cuando tu reportaje, tus imágenes, tu corazón, inquieto, está marcando la tendencia de sus preferencias. Todos nos vinculamos al fútbol por la admiración a un equipo. Puede que algunos sean hinchas, otros simpatizantes, pero todos tienen un sentimiento. Si hemos elegido ejercer la profesión es porque tenemos la estabilidad emocional de poder informar y ser un líder de opinión sin que dichos sentimientos nos dominen. Los hinchas no podrían. Por eso están en tribunas separadas por un honesto alambrado. Pero si tú ejerces, y ocultas tus sesgos con el salvoconducto de la objetividad, el resultado es uno solo, y aunque te duela, es el de la hipocresía.
8. Sé consecuente, aunque te cueste
No hay cómo saberlo, pero si no somos los primeros, estamos en el podio. Hablamos de la volubilidad en el periodismo deportivo. De un titular para otro, podemos pasar de cantar “Perú campeón, hay que ir a triunfar al Mundial”, a gritarle “Ole” a nuestro propio equipo para asimilar lacerantes goleadas. Lo peor de todo es que, para el siguiente partido, el círculo se repetirá. La facilidad con que olvidamos es impresionante. Y el periodismo deportivo, que debería ser herramienta de memoria, de objetividad, también olvida, y convenientemente.
9. Somos importantes
Las secciones deportivas en los noticieros suelen emitirse durante los últimos minutos; los programas del mismo género, los fines de semana, casi cuando el día termina; y las páginas deportivas de los diarios van al final. Pero no somos la última rueda del coche. Todos saben que es lo primero que busca la gente. Para bien o para mal. Mucha gente podría entender las injusticias sociales, las posibilidades de cambio social, la desigualdad, la pobreza de las instituciones, y todo a partir del fútbol. Podemos esmerarnos en hacer algo mejor. Si el partido es malo, dilo. Si es mejor quedarnos sin torneo para empezar de cero, debátelo. Si el dirigente roba, denuncia.
Y si también sientes la necesidad de que algo está faltando en nuestra prensa, cambia la realidad. Escribe la décima regla.