Volver a las raíces
Bases para la reestructuración social del Club Universitario de Deportes
La historia lo demuestra: con el fútbol surge la posibilidad de generar vínculos sólidos, de establecer comunidades sentimentales alrededor de identidades colectivas que trasciendan las diferencias que han impedido que el Perú, desde siempre, se consolide como una nación.
Bajo ese marco de posibilidades para la integración social, se forjó y creció la leyenda del Club Universitario de Deportes, el equipo de los estudiantes clasemedieros ilustrados, la expresión futbolística más ganadora del Perú, la Garra Crema, la Garra del Perú, precisamente. Se han cumplido 92 años de una tradición que nos enorgullece, una identidad que sigue convocando y uniendo peruanos a pesar de la gran crisis por la que atraviesa.
Porque la crisis no ha terminado, la punta de un campeonato no podría ocultarla. La crisis está ahí. Con una deuda interminable, acreedores intransigentes, y la comprobación de décadas de ineficiencia, cuando no corrupción, en el manejo dirigencial. Sabemos muy bien que la crisis existe, aunque muchos no la quieran ver del todo.
Pero la terminarán viendo. Hoy la crisis se expresa en la experiencia de ir al estadio, una conducta prácticamente criminalizada. Nunca antes se ha vivido con tal brutalidad la represión policial y su ignorancia sobre los procesos sociales que subyacen alrededor del fútbol. Se ha superado todo límite imaginable, a través de la vulneración de derechos fundamentales como la libre reunión de personas. Si hoy intentáramos reunirnos en una plaza pública con nuestras camisetas y banderas, a entonar nuestros cánticos y lemas para celebrar una fecha tan importante como el 7 de agosto, seríamos detenidos y encarcelados bajo el marco de la Ley 30037, Ley del Deporte que le dicen. Ningún poder fáctico se opondría. Para el periodismo no habría abuso, habría noticia.
Porque la historia también lo demuestra: en el fútbol no se habla más de comunidades, ni de integración nacional. Eso no vende. El fútbol se ha convertido en una transnacional cuyos ingresos mantienen los privilegios de unos cuantos sobre el trabajo de miles, de millones. Quien quiera comprobar que tal premisa no es una exageración, que revise el abundante material sobre la corrupción en la FIFA; que recuerde, entre otras cosas, dónde terminó el malhadado presidente de la Federación Peruana de Fútbol.
Que el fútbol es un negocio es una realidad, probablemente incuestionable. Lo concreto es que sin nosotros, los hinchas, no existe posibilidad de que tal negocio persista. La base del poder radica en todos nosotros, los que acudimos fielmente al estadio, los que siguen desde sus casas, los barristas, los simpatizantes. Todos. Sin nosotros nada de esto existe, y sin embargo, somos los únicos que sufrimos las desdichas de la crisis, los únicos perdedores de la debacle moral y deportiva. Los de arriba nunca pierden.
¿Quién defiende los derechos del hincha dentro del perverso negocio del fútbol? ¿Quién defiende el último bastión de pureza que le podría quedar a un deporte cada día más alienado por los intereses políticos y mediáticos? No hablamos de obtener una cuota de poder a la fuerza. Estamos hablando de un derecho fundamental, un derecho por el que han luchado históricamente todas las comunidades: el derecho de ser representados.
Con los años se consolidan las certezas, qué duda cabe, y rumbo a cumplir el centenario, la hinchada de la U reconoce y defiende su derecho a voz y voto, debido a que constituye una de las bases fundamentales sobre la que se construye la institución. La U no puede ni debe ser propiedad solo de un grupo cerrado de dirigentes. Esta visión caudillista y sectaria nos ha llevado a la más terrible crisis económica y a largas décadas de fracasos deportivos a nivel internacional, debido al escaso profesionalismo con el que se maneja el club en todos sus ámbitos.
Por todo ello, la principal raíz a la que tenemos que volver es la de ser una institución fuerte, que represente a todos los sectores de la sociedad civil, que vuelva a integrar a hombres y mujeres alrededor de una vocal capaz de generar sentimientos positivos de identificación y progreso.
Fuimos, somos y debemos ser una institución que fortalezca la democracia, la representatividad. Si el Perú, rumbo al bicentenario, se encuentra en el camino del progreso y la inclusión social, Universitario debe asumir la misma lucha a través de un proceso de reestructuración, un proyecto a largo plazo que permita salvarnos de la liquidación definitiva.
¿Qué proponemos, entonces? ¿En qué creemos? Esencialmente, en el reconocimiento de la hinchada como principal capital económico, social y cultural de Universitario. Creemos en el potencial de la marca U, en la medida que sea manejada con eficiencia, y sobre todo honestidad. Un club, por ejemplo, con sedes en costa, sierra y selva, sedes que integren, que terminen ya con el centralismo que tanto mal ha generado a la nación. Que se destruya para siempre la imagen de la U solo como un club limeño. Estas sedes podrían promover la práctica deportiva en toda su diversidad. Hacer honor a nuestro nombre: Universitario de Deportes. Deportes, precisamente. Hacer de la U un club que promueva la actividad deportiva como un medio formativo integral para niños y adolescentes.
La práctica diversa de disciplinas deportivas y la descentralización a partir de sedes constituyen un enorme potencial de diversificación de ingresos económicos y, sobre todo, la posibilidad de difundir los valores que representan la cultura de la U, valores que deben formar parte del cambio que proyecta la nación. Disciplina, esfuerzo colectivo, solidaridad, coraje, todo lo que converge en lo que conocemos como Garra Crema. Esto no es idealismo, es sentido práctico. ¿De qué nos vale formar futbolistas cuya única meta es emigrar a clubes del extranjero? No dudamos de que se trate de un anhelo válido, de que es el premio al esfuerzo, pero una mínima cuota de sentido colectivo, de respeto por el Club que te formó, es competir a nivel internacional, hacer buenas campañas en la Libertadores o Sudamericana. No hablamos de ganarlas, vayamos gradualmente. Hablamos de buenas campañas, de competir.
Tan deprimente realidad no es exclusiva de nuestro equipo, es propia un fútbol que no compite, que es eficaz distractor social para políticos corruptos y que ha desterrado, al parecer para siempre, sus roles de integración y representación nacional. En la historia nada ocurre dos veces, y no pretendemos proponer un retroceso cuando decimos que hay que volver a las raíces. Proponemos una reestructuración, es decir, reconocer dónde estamos, establecer hacia dónde queremos ir, qué lograremos con ello y cómo lo haremos.
A la mitad de su existencia, en la década de los 70, el Club Universitario de Deportes contaba ya con 15 títulos nacionales, y era el principal referente del Perú en cuanto a competiciones a nivel internacional. Triunfos memorables, una histórica final de la Libertadores en 1972, jugadores enormes, el capitán de América. Fuimos un Club que logró consolidar su carácter popular gracias a una proyección positiva de éxitos deportivos que millones de migrantes asumieron como una metáfora precisa de su historia de vida. Eran los tiempos en que el nacionalismo tenía un sentido más humano, más real, y se enfatizó en la autonomía, la redistribución de la riqueza, un sentido social que amplió la ciudadanía. No solo fueron los éxitos de la U, fue la última década de triunfos para el futbol peruano en general. Si apenas algo fuimos.
Y ahora estamos a puertas del Centenario de la Institución, con 26 títulos nacionales, sí, pero una realidad frustrante a nivel internacional. El contexto político y económico es absolutamente distinto, pero la vigencia del sentimiento es indudable, fuerte, acaso la convicción más fuerte de muchos peruanos, en medio de traiciones políticas, religiones fundamentalistas, contextos laborales menos humanos, y un clima de inseguridad que hace del futuro algo desconcertante. Con todo eso, ser de la U nos alegra, alentar a la U nos conmueve todavía, muchas historias familiares, de éxito personal, han tenido como fondo a la U, y es en defensa de ese derecho humano de encontrar la felicidad que proponemos ideas, que nos incorporamos al debate. Lo que pedimos es formar parte de la U. Soñamos con un club que deportivamente compita en todas las disciplinas, en todas las instancias, y con una institución que a nivel social sea capaz de forjar los valores ciudadanos con los cuales se fundó un 7 de agosto de hace 92 años. Los hinchas tenemos la convicción de que somos más que un equipo de fútbol y buscamos que este sentimiento se multiplique y sume en la lucha por una nación próspera y más unida.
La solución a la crisis no es privatizar. Todos estos años los hemos vivido prácticamente privatizados: con directivas elegidas por socios que no han cumplido su labor, con decisiones tomadas a espaldas de la hinchada, con cuotas de poder distribuidas para fines individuales, nunca de la gente. Y la U no es de unos cuantos, la U somos nosotros. Necesitamos una alternativa de administración que incorpore al hincha en la medida que constituye el principal capital económico y social con el que cuenta la institución.
Porque si seguimos como estamos, como la última rueda del coche, sin voz ni voto, maltratados, invisibilizados, todo explotará en nuestra cara sin que podamos hacer algo. Este sistema no da para más. O cambia con la hinchada como principal capital social y humano, o no existirá más.
Incorporémonos al proceso, actuemos como colectivo, si juntamos todas las voces nos haremos fuertes y lograremos estos sueños de libertad. Este es el momento. Organicémonos para actuar, hagamos sentir nuestra voz. La Patria llega a los 200 años; y la U, que es nuestra pequeña Patria, cumple su primer centenario. Merecemos lograr los ideales de unión y solidaridad que se soñaron hace 92 años.
Tal fue el espíritu de los fundadores, el jueves 7 de agosto de 1924, la posibilidad de forjar cambios en la nación. La U no nació para divertirse, ni para pasar el rato jugando al fútbol con pelotas de trapo. No nacimos para olvidar nuestros problemas, queremos enfrentarlos. Los fundadores de la U asumieron su responsabilidad como agentes del cambio que el Perú requería para lograr la modernidad, la prosperidad, efectivamente, la felicidad. Que sepan los nuevos hinchas que en su decisión de amar a la U está implícita la convicción de defender estos valores por siempre y para siempre, hasta el minuto final.
Asociación Civil Colectivo Lolo
Domingo 7 de agosto de 2016